Niños, máquinas, Visa, CIA, KGB…

Bebé-Ipad

Todavía me admira ver cómo los peques de dos años trabajan con la pizarra digital en la escuela infantil de Marisa Moya. Cogen el puntero con firmeza y se acercan al encerado (qué antiguo soy), a la pantalla electrónica y señalando e identificando el dibujo de su cara lo arrastran y lo colocan sobre un cuerpo, después si llueve le añadirán un chubasquero y si hace sol lo pondrán bien alto para que ilumine su dibujo comunitario. Dos años y manejan una tableta con soltura; de momento no son capaces de arreglar el ordenador de su padre cuando se le cuelga o de hackear la web del FBI, pero todo se andará, solo tienen dos años.

Son capaces de hacerlo, doy fe y vosotros también habréis visto a algún canijo pasando el dedo por encima de las fotos de la revista y frustrarse porque no avanzan como en el smartphone. Muchos de vosotros, cuando lloran, para entretenerlos y que se callen les dejáis el móvil, hasta que un día se aprenden lo de la compra online y os dejan tiesos.

Las tecnologías están con nosotros igual que el bote de caramelos en la cocina. Si lo escondemos conseguiremos crear una curiosidad por lo prohibido que probablemente sea peor que las probables y temidas caries, solucionables con un buen cepillado dental. La curiosidad de un niño es su gran baza y hay que explorarla y explotarla. No vale limitar lo que su generación va a vivir porque conseguiremos un desplazado. En la era de los nativos digitales educar en la línea del miedo y la prevención a los cacharros generará un analfabeto digital, un anormal en su entorno, el que sea pero el suyo, en definitiva: un collejas. (Dícese del raro de clase que se lleva todos los cogotazos)

A principios del siglo XX cuando empezaron a desarrollarse los coches de gasolina, grandes expertos -como entonces no había tertulianos debían ser expertos a secas-, dictaminaron que el hombre no soportaría ir en un vehículo a más de 60 km por hora, el cerebro comenzaría a entrar en sopor y se producirían múltiples hemorragias internas. Es evidente que se equivocaron más que los economistas en predecir la crisis y vieron posteriormente cómo se alcanzaba límite tras límite. Hoy día podemos asistir a que los agoreros y ciberprecavidos pronostiquen una debacle en una generación que vivirá enganchada a las maquinitas.

Hablando el otro día de este tema en un evento como el Social Good Summit Madrid y hablando de tecnología y redes sociales punteras, Apps y salud, comentábamos durante el networking (¡cómo me gusta esta palabra! Antes nos íbamos a tomar unas cañas, ahora vamos de networking), decía que comentaba con varios ponentes más jóvenes que yo, alrededor de los 30, lo interesante del nuevo juego de la PS3 o el tiempo que dedicaban a matar empecinados zombies interesados en morderte la cabeza, o también en jugar horas a campeonatos de fútbol para descansar mientras preparaban el start up de su empresa, o antes de dar el salto del pilotaje a la realidad.

No son nuevas tecnologías: ya llevan unos años con nosotros aunque no nos queramos enterar. De todo se les culpa a los adolescentes, que parecen ser los responsables de cómo va el mundo. Tened en cuenta que los padres de los nativos digitales que hablábamos han matado más monstruos en múltiples batallas estelares que uvas se recogen en una mañana de vendimia. (Permítaseme el ejemplo agrario.) Ya están aquí: el uso de los gatgets tecnológicos nos acompañan desde hace varios años y todavía no sabemos muy bien cómo enfrentarnos al uso que de ellos hacen nuestros hijos.

Bien, pues no nos enfrentemos.

Sepamos sacar todo lo bueno que tiene la tecnología de la información y formemos a nuestros peques en el mundo que les ha tocado vivir. Al igual que si a nuestro hijo le apuntásemos a karate y se pasara 7 horas seguidas dando patadas a todo lo que pilla nos parecería raro, igual habrá que limitar las obsesiones y deberes de nuestros herederos, con naturalidad.

Un joven estudiante de cualquier edad debe dormir un número de horas, a lo mejor no tantas como nos gustaría a los padres, pero sí un mínimo. Si ese mínimo no se cumple llegará dormido a clase con muy bajo rendimiento y luego no me digáis que tiene falta de atención: el caso es que tiene toda su atención ya consumida, igual que las vidas del juego. Si queremos que estudie y pueda rendir, debe guardar un número de horas de sueño dependiendo de la edad y además debe recargar sus vidas de energía a tope en el desayuno potente para poder ir por los siguientes niveles de su vida y afrontar la partida diaria con garantías de éxito. Como si Niko Bellic saliera a las calles de Liberty City sin armas, que duraría menos que un escupitajo en una plancha, igual el cerebro de un adolescente se secará en la primera hora de la mañana cuando se acabe la energía.

Pizarras digitales, mochila digital, portátiles, tabletas y smartphones más las consolas al viejo estilo de videojuegos son ya un estándar en la vida de nuestros hijos. La pregunta no es a qué edad comprarle un móvil, o a qué edad permitirle que cree un perfil de redes sociales o a qué edad puede empezar a toquetear el PC de papá. No tiene respuesta, cualquier solución puede ser demasiado pronto o demasiado tarde, todo depende de cómo acompañemos a nuestros hijos en el aprendizaje. Puedes crearle una cuenta en Tuenti a los 11 años pero la cuestión es ¿para qué lo utilizará? ¿para tontear con los amigos? Bien, pero si contacta con la KGB podría crearnos algún problema; deberemos tutorizar y acompañar en sus investigaciones cibernéticas, no abandonar a su suerte a un menor en sus exploraciones. Os recomiendo la web de mi amigo Rafa Pardo, un informático padre de dos preadolescentes femeninas preocupado por el tema y maestro en estas lides a partir de un taller de protección infantil que dió el año pasado y que va surtiendo de contenidos continuamente.

Es todo un equilibrio: tutorizar, estar con ellos en el aprendizaje, educar e informar de lo que se puede encontrar y por otro lado vigilar y estar atento a desviaciones sin irrumpir en su intimidad de adolescente tan necesaria y preciada por ellos. Confianza en los adolescentes: no son delincuentes, tan solo tienen una curiosidad desmesurada y gracias a ella serán grandes en el futuro inmediato.

Por cierto, mientras estabas entretenido leyendo este artículo tu hijo se ha metido en tu página guarra favorita y se te había olvidado quitar la clave de la visa, que no pase na.

Enseñad con el ejemplo.

El título se debe a un tuit del amigo Javier Macías que me gustó y se lo he robado. Publicado originalmente en el Huffington Post con el título ¡Niño, deja ya la maquinita!

Aumento de la edad pediátrica hasta los 40 años

felicidad

Debo confesar que los bebés no me gustan, nacen feos, no saben hacer nada, lloran, no se explican y tienen madres, en consulta son un problema.

Es broma ¿o no? pero algo así me inspiró para escribir el artículo en el Huffington Post de la semana pasada con el título de Cómo cabrear al pediatra de su hijoEl caso es que la gran repercusión, a la que no estoy acostumbrado, y los comentarios recibidos me están haciendo reflexionar. ¿Es realmente ironía?¿No serán sentimientos tapados por la educación recibida?¿lo llevo mal?

Un segundo episodio ocurrido también el viernes pasado, fue la nota ministerial sobre el aumento de la edad pediátrica en la unidades hospitalarias de 14 a 18 años y todo el revuelo que se organizó en las redes sociales. ¿Es la puerta de entrada?¿Después vendrá la ampliación a la atención primaria?¿están preparados los pediatras para ello?¿quieren?¿qué opinan los adolescentes?

Algo de cierto hay en que no me gustan los indefensos bebés, mi obsesión siempre y lo he comentado muchas veces es hacerlos mayores, destetarlos, sacarlos de debajo de las faldas de su madre. (entiéndase madre como pareja de progenitores) soy un pro-autonomista, si se me permite el término, me gusta el niño de cuatro o cinco años que entra en la consulta me da la mano o choca los cinco y me explica lo que le pasa; me duele la garganta, me ha dolido el oído, no quiero comer,  etc, por cierto jamás dicen eso de tengo fiebre, eso lo dicen los padres, pero esto es otro tema y me estoy yendo.

En el campo educativo ocurre algo similar ¿cual es la edad para ir a infantil y abandonar la guardería (escuela infantil)? o ¿cual es la edad para ir al instituto y dejar el cole? Si por las madres fuera se alargarían lo más posible estos pasos. En nuestra sociedad no está de moda empujar a los críos afuera para que se hagan hombres o mujeres, se les va a mantener en casa hasta los 30 o más, se les da toda la superprotección posible.

Desde este punto de vista interpreto yo el aumento de la edad pediátrica, un adolescente con 17 años con un físico de hombre o mujer ya desarrollado, que podría estar trabajando ya, que podría incluso haber formado una familia, ¿debe ir a su pediatra?, irá acompañado de su mamá que explicará por él los síntomas que padece, interpretarán sus papás sus dolencias. Creo que deberíamos bregar en dirección contraria, adelantar episodios y dar  armamento social a una generación, que por las razones que fuere deberá enfrentarse a un mundo hostil y competitivo, no ocultarlos a la sociedad sino permitirles evolucionar, apoyando, estando a su lado y dando confianza, no menospreciando sus capacidades.

En mi consulta tengo un taburete de dos escalones para acceder a la camilla de exploración, un crío de dos años sabe subir escalones, raro es el padre que le permite trepar, reaccionamos aupándoles en brazos, ni eso les permitimos.

Lo de hoy no ha sido para tanto

Me han expulsado tres días del colegio por mal comportamiento, me han abierto expediente y aquí estoy con el papel en la mano camino de casa. Es notorio que todos los líderes de opinión en su más tierna infancia fueron contestatarios y tuvieron problemas con la rígida escuela postconciliar que les tocó vivir. Una escuela alienante que intenta que genios como yo pasemos por el aro del aburrimiento y la monotonía educativa, en cuanto uno es un poco expresivo y locuaz, o imaginativo, o presenta los trabajos con un alto grado de creatividad ya es un niño raro y plantea problemas.

«La gota que colma el vaso, Manolo» me ha dicho la directora. Lo de hoy ha sido una tontería, pero lo que les molesta de verdad es que no presente los aburridos trabajos, sino infografías y prezis, algún power point y varios libdup en vídeo junto a mis amigos. Lo aceptan de mala gana pero ya les han llamado a mis padres varias veces, lo de hoy es lo de menos.

Vale que a lo mejor lo de hoy……se me haya ido un poco la mano, a lo mejor he exagerado, pero es que me estaban buscando, un creativo como yo puede a veces cometer algún error pero no era para ponerse así. El psicopedagogo me tiene manía, dice que intento reírme de él, mi coeficiente intelectual no es alto, es normal, pero variado. Mis padres por indicación suya me llevaron a ver a un neurólogo y un gabinete de salud mental por si era un tedehache. Evidentemente le dijeron que yo era un chico especial, pero lo de hoy no era para tanto.

Veremos como se lo explico a mis padres, once años y ya un conflicto social, no sé. Mamá cuando se enfada habla de internados y de exilio, no creo que tan joven tenga que emigrar, he leído algo sobre la fuga de cerebros, pero os aseguro que lo de hoy no ha sido para tanto.

Jo, me estoy agobiando, que largo el camino de llegar a casa, será porque he dado ya tres vueltas a la manzana y no me atrevo a entrar. Mamá no llega hasta tarde, quizás hablando con papá de hombre a hombre no sería tanto. Jo, tres días, se han pasao un montón. Voy a volver al colegio y le pido perdón al profesor, aunque le haya llamado funcionario chupatintas, le pido perdón. Lo sigo pensando, pero no tenía que habérselo dicho, si me ve que me he roto el tobillo jugando al fútbol y voy con muletas y escayolado ¿por qué me pide un certificado de mi médico de que no puedo hacer gimnasia? no lo entiendo.

 

¿Mayor o menor?


Estoy en una encrucijada, la vida de un niño es complicada, con once años casi doce mi vida se está empezando a hcer difícil. Llevo toda mi existencia asistiendo casi 12 horas diarias al colegio, entre clases y extraescolares mi actividad se va multiplicando en los últimos años. Ahora además a la vuelta de clase a mediodía tengo que encargarme de comprar el pan y hacer algún recado en el super, que sí, que vale, que esta cerca, pero me molesta. Tengo que limpiar de hojas el césped los domingos, hacer mi cama, colocar la ropa en la lavadora y más de un día tenderla o quitarla de la cuerda, pasar el polvo de mi habitación, la aspiradora y mantener ordenado el cuarto, quitar del salón mis cosas y sacar al perro, ¡ah no! que no tenemos perro. Buff me agobio.

Deberes, entrenamiento, lecturas incompresibles y atorrantes, dibujos para presentar, colaboraciones y trabajos online, que en mi cole son muy modernos y podría seguir con mis obligaciones durante un buen rato.

Si hablamos de prohibiciones tampoco acabo, no puedo salir con amigotes a partir de las nueve hora de cenar, no puedo ir al pueblo de al lado a ver una medio novia porque el autobús no es seguro, prohibido beber, prohibido fumar que me parece muy bien pero me joroba que me lo prohíban. No tengo móvil, no puedo tener cuenta de tuenti, no digamos ya de facebook o google+ para poder seguir a los gurús del 2.0.

Tienes que mostrarte como mayor porque con doce años hay que dar una imagen, puedes tener obligaciones como los mayores, pero si me quejo soy un pequeñajo. ¿Donde están los beneficios de ser mayor?.

¿Soy mayor o soy pequeño? que alguien me lo explique.

Preadolescentes

Cuando hablamos de pediatría enseguida nos viene a la cabeza los bebes indefensos, la lactancia materna, las noches sin dormir y los mocos. Pero la edad pediátrica oficial es hasta los 14 años. ¿Por qué hasta los 14? Pues no lo sé, antes fue hasta los 7, luego se amplió. Hoy todavía existe un debate de si atrasar o adelantar la edad hasta los 16 o los 18.

A raíz del artículo de Manolo de esta semana me hizo pensar y pararme en ese margen de edad donde ya no son niños y mucho menos niñas, pero tampoco son mayores, la preadolescencia. Un periodo en nuestras consultas que va de los 1o-11  a los 14 años donde se inician todos los cambios para el paso a la edad adulta.

Las niñas más precoces y evidentes con su desarrollo y menstruación y los niños más aferrados a la niñez pero con un ansia evidente por ser mayores igualmente. A esta edad de repente aparece ante si su cuerpo, antes no había sido tan evidente, pero ahora se dan cuenta que les ha salido un bulto o que les duele aquí o allí, o en definitiva que descubren su anatomía con sus gustos o sus frustraciones.

¿Qué les ofrecemos desde la consulta de pediatría que los diferencie? Nada. Siguen viniendo con mamá o con papá que habla por ellos y explican lo que creen que les pasa. El afectado rara vez va a explicar lo que realmente le puede estar preocupando, «me mareo», «no me encuentro bien»»estoy cansado»»déjame en paz»»son cosas de mamá, a mi no me pasa nada» son frases habituales que denotan falta de comunicación.

Como decía Manolo prometí hace tiempo darme de alta en tuenti que es la red social mayoritariamente utilizada por adolescentes para poder recibir comunicación con mis pacientes mayorcitos, pero no doy más de sí y no se muy bien como explorar esta vía. Así que de momento prefiero fomentar entre ellos y entre los padres el que puedan venir solos a consulta o me escriban por e-mail contando sus problemas o simplemente sus dudas ante su evolución, ¿por qué me duele un pezón y me ha salido un bultito?¿Por qué me sale tanto pelo?¿Por qué no crezco como mis compañeros? etc…..

Son mayores para tener un bonobus para ir al instituto, salen con sus amigos, empiezan a ser mayores, permitid y fomentad que tomen sus propias iniciativas. Desde las consultas de pediatría estamos encantados de recibir y de empatizar con ellos, sensibles a sus pequeños y grandes problemas.